Así, como las cuentas de un viejo rosario roto y en desuso, es la cuenta de los días que han pasado sin saber nada de ti. Apenas podría decir un número al azar sin tener la certeza de que erraré en el intento. ¿810 días? ¿Tal vez 823?
El ahora parece convertirse en algo que ya nada tiene que ver contigo. Las memorias, poco a poco, se han ido transformado en simples retazos de un ayer que difícilmente me conmueven y, así, tu nombre ha pasado a retaguardia. Desde allí evito su avance, a veces evocando a un nuevo sustituto que mantenga la paz en mis fronteras. Otras, si mis fuerzas flaquean, como en la milicia romana y sin el menor atisbo de compasión, entierro mis ganas en sal.
Uno a uno, engarzo los recuerdos que aún me quedan y los destierro con Alicia a su país encantado. Ahora, desde el otro lado del espejo todo parece diferente…
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